Jaime tenía un pequeño problema: su pene.
Desde jovencito Jaime
sufrió la humillación y el desprecio por causa del tamaño de su pene.
Un día, ya harto de
tanta burla, decide de ir a ver al Doctor.
“Doctor” dice Jaime, “fíjese
que ya estoy cansado de que las mujeres salgan corriendo cuando ven mi pene. Me
humillan, se ríen de mí. Dicen que no las satisfago. Estoy desesperado Doctor.
Dígame por favor, ¿qué hago para aumentar el tamaño?”
El Doctor le responde:
“Bueno Jaime, mire, usted se va a tomar estas pastillitas que le voy a recetar.
Pero eso si, se toma ¡la
mitad de una nada más! Mire que estas pastillas son muy potentes.”
Jaime se emocionó
tanto abrazó al Doctor y se fue a la farmacia a comprar sus pastillas diciendo
a sí mismo: “Finalmente nadie se burlará de mi nunca más”
En la noche Jaime
decide tomar su pastillita tal cual como se la recetó su Doctor, mientras se
preparaba para una fiesta a la cual estaba invitado.
Un poco más tarde,
Jaime llega al lugar de la fiesta y no puede creer lo que sus ojos veían. El
lugar estaba repleto de mujeres. Y todas bellísimas.
Aquel hombre, con las
ganas que tenía de tener una mujer, sin pensarlo dos veces, toma el frasco de
pastillas, lo abre y se las toma todas.
Unos minutos más tarde
mientras Jaime hablaba amenamente con una muchacha, su pene comenzó a crecer descomunalmente.
Tanto así que se le empezó a salir por la pierna del pantalón y obviamente
causó un gran terror entre los invitados.
Todos comenzaron a
correr despavoridos al ver tal atrocidad.
Jaime toma su celular
y llama a su único apoyo: su Doctor. Le dice: “Doctor, fíjese que me tomé todas
las pastillas de un solo golpe y ahora mi pene no para de crecer, ¿qué hago?”
El doctor le dice: “¿Se
tomó todas? ¿No le dije que se tomara solo la mitad de una? Bueno, mire, hay un
remedio, si tiene acceso a un vaso de leche, vaya y sumerja la punta de su
miembro dentro del vaso de leche. Pero hágalo ya”
Así que Jaime corre a
la cocina, abre el refrigerador, saca la leche y empieza a remojar su pene en
un vaso de leche.
En eso, un muchachito
lo estaba espiando, y al darse cuenta el niño grita: “¡Corran! ¡Corran por sus
vidas que lo está recargando!”
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